6/10/17

La insana adicción al poder [6-10-17]


La insana adicción al poder

Ostentar un cargo durante mucho tiempo o con una gran responsabilidad puede llevar a una dependencia excesiva

"El logro, el poder, es una de las motivaciones sociales básicas. Por lo que, por supuesto, se puede tener una adicción al poder", asegura a EL MUNDO Guillermo Fource, presidente de Psicólogos sin Fronteras. Se trata de una necesidad permanente de estar en lo más alto, de tener relevancia. "Es como una adicción sin drogas", aclara. Una adicción que en algunos casos puede asemejarse a las personas enganchadas al juego o al sexo. Al igual que en éstas, la motivación no es tanto la recompensa sino el mantenimiento y el proceso. El poder llama al poder y cuando consigues algo, quieres más.

Del mismo modo lo expone el psicólogo Manuel Nevado, miembro de Psicólogos sin Fronteras de Madrid. "El poder genera mucha adicción porque te crees omnipotente y omnipresente pero, cada persona tiene su propia forma de expresarlo". A unas se les nota más que a otras. Hay dos rasgos de personalidad muy característicos que se asocian con esta ambición: la narcisista y la paranoide, entendida esta última como o estás conmigo o contra mí. "Piensan que todo gira en torno a ellos y que pueden hacer lo que quieran sin rendir cuentas a nadie, ni siquiera a los de su propio bando. Tienen una personalidad muy totalitaria. Hay veces en las que se pierde el rumbo y hasta la referencia de los tuyos", explica.

Pero lo peor viene cuando el poder se pierde. "Cuando te planteas metas a largo plazo y ves que las pierdes en un corto periodo de tiempo, es duro", añade Nevado. Cuando se frustran los sueños, la persona siente ira, enfado, sentimiento de culpa e, incluso, malestar físico como ansiedad. Les cuesta dar un paso atrás y reconocer las cosas. "Cuando se ha tocado techo es mucho más difícil aceptar que ya no estás ahí", afirma. Por ejemplo, el caso de los ex presidentes del Gobierno como Felipe González o José María Aznar. "A veces, parece que siguen creyendo que mandan, cuando puede que sean más honoríficos que otra cosa", expone. Pero, sobre todo, ese no aceptar la realidad se evidencia mucho más cuando los de tu propio partido hacen todo lo contrario a ti. Y alude como ejemplo al reciente revuelo de Esperanza Aguirre: "El caso de Aguirre es quizá muy evidente, pues quiere conseguir a toda costa la alcaldía de Madrid sin aceptar la realidad, perdiendo incluso su punto de referencia. Mientras que otros cargos, como Alberto Fabra en Valencia, han dimitido después de las elecciones".


Apoyo psicológico

Uno de los puntos básicos en las adicciones es que la persona no reconoce su problema. No se da cuenta. Sólo cuando sus allegados son capaces de verlo y de ponerle los pies en la tierra, puede aceptar la realidad. O bien, con ayuda profesional. De hecho, "en todos los partidos debería haber un equipo de psicólogos para ayudar a dirigir y a tomar ciertas decisiones", opina Nevado.

Las personas con adicción al poder, al igual que en otras, no sólo no reconocen el problema sino que toda su vida gira en torno a conseguir ese poder, con pensamientos obsesivos -que no una obsesión- y con tendencia al aislamiento. Se despreocupan de otras facetas de su vida, como la relacional o la del ocio. "Es importante en estos casos concretos de políticos asumir la realidad, sea la que sea", insiste Nevado. 

La adicción al poder sería, por tanto, una ambición desmedida, aunque tener ambición en la vida no siempre es malo sino, a veces, todo lo contrario. "Se trata de un elemento positivo en las personas, siempre y cuando esté bien definida por principios y por fines, y se empleen las metodologías adecuadas para conseguir esos fines", explica Jesús de la Gándara, jefe del Servicio de Psiquiatría del Hospital General de Burgos.

Tener ambición es positivo para la adaptación del ser humano. Sin embargo, cuando esa ambición está mal definida y está basada en el egoísmo y en el beneficio propio, se vuelve perjudicial. Del mismo modo lo explica la psicóloga especialista en deporte, Patricia Ramírez: "La ambición es positiva cuando nos sirve para crecer, pero cuando pierdes el miedo a pasar ciertos límites, cuando quieres más de lo que tienes y te vuelves deshonesto, entonces la gente pierde la confianza en ti. Y ese elemento es uno de los motivos principales por el que la gente deja de creer en un político".

Generalmente el ansia de poder, como cualquier emoción, "aparece cuando está en tu horizonte de posibilidad alcanzarlo. Aunque en las sociedades actuales bajo el dogma todo es posible si te lo propones, también existe la ilusión de poder", apunta el psicólogo Rubén González.

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